“Había una vez 25 soldados de plomo con un bonito uniforme azul y rojo y un fusil al hombro...” casi inspirada por el cuento de “Soldadito de Plomo” del escritor y poeta danés Hans Christian Andersen, Ana Monasterios Ramos, de 80 años, recrea y da vida a cientos de soldaditos de plomo, los que puestos en su mesa parecen recrear alguna batalla histórica de nuestro acervo nacional. Ana pertenece a uno de los grupos más antiguos de artesanos en la ciudad de La Paz, los “Denarios”.
Al igual que el cuento infantil los soldados empiezan a cobrar vida en las manos de un hábil artesano, quien funde el plomo para luego vaciar este contenido en los recipientes adecuados, dejar pasar uno o dos minutos antes de desmoldar y luego esperar a que la materia prima enfríe y pueda proseguir con la pintura. “Tengo más de 70 moldes y todos ellos fueron creados personalmente tallando sobre la madera.
Así hasta lograr un acabado casi perfecto y con él crear una hermosa colección de soldados de plomo”, asegura Ana, mientras trata de esconder una sonrisa que tímidamente se avecina a sus labios.
Al parecer el rostro de esta artesana siempre esboza una sonrisa y reconoce que tiene muchas historias y conocimientos que compartir, aunque ahora, luego de cinco décadas de actividad, con el pelo totalmente cano y sus manos que aunque parecen no haber perdido la habilidad, sus ojos ya no tienen la misma reacción y brillo de antaño.
“Cuando era joven trabajaba sin parar, pero al paso del tiempo las cosas cambian y por ello la actividad ya es más lenta y también disminuye mi capacidad de producción”, reflexiona Monasterios.
En una básica y elemental explicación Ana cuenta el proceso de producción que debe realizar para tener un “surtido” de tropas de soldados de plomo, con mucho tiempo de anticipación, más si no tiene a quién trasmitir sus conocimientos.
Pero, aunque apenas consigue movilizarse con rapidez, Ana Monasterios se da modos para bajar y subir los dos pisos que separan su casa de su taller, ubicado en la zona de Alto Mirador, para mostrar todo lo que sus hábiles manos crean para la Feria de Alasitas. Una actividad que inició como medio de sustento en 1946, cuando ésta aún se realizaba en la zona de San Pedro; uno de los barrios más antiguos de la ciudad, que se ubica a la orilla derecha del río Choqueyapu.
“Comencé a trabajar con el fundido de plomo gracias a unos amigos que me explicaron como debía realizar el trabajo y desde entonces no he dejado de participar ningún año en esta feria”.
Luego de desmoldar las figuras, Ana se dedica jornadas íntegras para darle color y detalles a sus figuras. Un proceso que actualmente demora mucho más de lo esperado debido a múltiples factores, entre ellos la falta de materia prima y la calidad de los productos de pintura.
Su actividad se inicia con el acopio de material de producción, es decir, el plomo “antiguamente no sufría puesto que los plomeros eran los que me vendían, pero actualmente ya no vienen puesto que disminuyó su trabajo, casi están extintos, gracias a la aparición del plástico y por lo tanto ya no hay plomo para trabajar”, analiza Monasterios.
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