martes, 8 de marzo de 2011

Carnestolendas de antaño con Los Olvidados

Jaime Arteaga, Ramiro Camacho, Efraín Torricos y Dionisio Callisaya, cuatro amigos de la zona de Achachicala, desempolvaron algunos instrumentos de sus padres para tocar y cantar temas de antaño para amenizar su fiesta sanjuanera.

Allí acordaron participar en la entrada de carnaval del siguiente año. En 1986, vestidos con sacos largos y calatrava, personificando a los combatientes de la Guerra del Chaco, “entramos cinco personas, cuatro tocando los instrumentos y un niño llevando el cartel”, recuerda Jaime Arteaga.

Pasaron 25 años desde entonces, ahora Jorge Arteaga, el niño del cartel, dirige la estudiantina que hoy tiene 30 integrantes. Ya produjo con ellos dos discos compactos, incluyendo el de sus bodas de plata.

Estos músicos reviven las carnestolendas de antaño al ritmo de mandolinas, concertinas, guitarras, violines y otros instrumentos que entremezclan sus sonidos en las actuaciones de la estudiantina de Los Olvidados.

Más tarde, comenzaron a usar el overol personificando a la clase obrera, fabriles y ferroviarios de las estudiantinas.

Para Luis Sempertegui, el movimiento dio relevancia y contribuye desde hace 25 años al carnaval. “Entonces se había perdido un poco la identidad del carnaval paceño. Por eso se retomó la forma de festejar que tenían los obreros”, señala.

A las cuatro de la tarde sonaba la sirena, los obreros salían de las fábricas como la Soligno, Said, Forno y también los ferroviarios. Vestidos con sus overoles, camisas y “cachuchas”, ellos hicieron un carnaval urbano formando las estudiantinas, dice Sempértegui. “Tomamos esa idea y ahora otros lo están haciendo también”.

La comparsa

Sus integrantes vestidos de obreros y máscaras de ancianos se multiplicaron. Hoy fuera de sus 30 músicos, que antes recorrían a pie las calles, la comparsa tiene unos 1.200 integrantes.

“El grupo creció desmesuradamente, ya los de atrás no escuchaban la música, por eso nos tuvimos que subir a un camión y amplificar la música”, explica Arteaga. Entre sus componentes hay artesanos, comunicadores, artistas de diferentes especialidades, actores de teatro, cine y otros que recrean las canciones de los abuelos. Se trata de recopilaciones y composiciones que se matizan entre huayños, cuecas y taquiraris.

Para el historiador Fernando Cajías, Los Olvidados rescataron el estilo de festejar el carnaval de los obreros de los años 30 y 40, las estudiantinas y los huayños carnavaleros que “son tan importantes como el pepino y el chuta”, señala.

En tanto, Wálter Gómez, oficial mayor de Culturas de La Paz, considera a Los Olvidados un proyecto serio que pasará a las nuevas generaciones. “Es un aporte que revaloriza y fortalece el carnaval paceño. Su mérito es que conglomeran a varios artistas de renombre”, dice.

Cajías destaca también esa capacidad de contar con artistas de primer nivel en su grupo musical, lo que repunta en la calidad de sus interpretaciones. Entre ellos los integrantes de Kollamarka, Música de Maestros, Donato Espinoza, Enrrique Ulloa, Jaime Junaro, Yuri Morales, Beba Rocha y otros más.

1.200

personasforman parte de la comparsa de Los Olvidados, que celebra 25 años.

Para Arteaga es una satisfacción que ahora muchos jóvenes busquen pertenecer a ese grupo, lo cual fomentan dictando cursos gratuitos para aprender a tocar instrumentos. De allí salieron nuevos componentes que para su fundador “es un orgullo que la juventud empiece a gustar este tipo de música”.

Gabriela Yapu, de 25 años, es una de esas jóvenes. Está cuatro años en el grupo, hace dos que interpreta la bandolina. Antes estaba en el coro. “Es una experiencia linda”, dice Yapu, quien gusta de las cuecas.

La más joven es Luzmila Conde. Tiene 16 años y debutó este año tocando la guitarra. Para la joven “es una satisfacción el que me hayan elegido. Es un honor muy grande”.

La visita a las madrinas y la despedida
La visita a las madrinas es otra tradición rescatada por Los Olvidados a su estilo.

En los años 30, el domingo de carnaval las estudiantinas visitaban a las jóvenes solteras, quienes eran sus madrinas.

En la versión de Los Olvidados, previa concertación, visitan a una familia o un grupo. Llegan tocando y bailando a la casa de los elegidos y amenizan su fiesta generalmente durante una hora.

Allí los esperan con un “platito” o bocaditos. “A veces nos quedamos más tiempo. No nos dejan irnos y alargamos el festejo”, argumenta Luis Sempértegui.

“No cobramos nada”, deja claro Jaime Arteaga. Mediante una convocatoria eligen a cinco o seis familias.

La despedida del carnaval es otra actividad que impusieron en la agenda paceña. El último día del carnaval de 1997, el Domingo de Tentación, “parecíamos unos locos correteando por las calles con nuestro ataúd”, rememora.

Esto derivó en el entierro del pepino. Nació en la plaza Sucre, desde donde subían hasta el Cementerio General pasando por El Prado. “La gente nos veía como si fuéramos locos”, dice Arteaga. Luego hasta el 2010, la partida era en la plaza Murillo.

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