Wari, semidiós en la mitología altiplánica, tenía el atributo de la fuerza. Era un monstruo que dormía en las entrañas de la Cordillera que mira hacia el mar.
Un día, supo que los hombres adoraban a Pachacamaj, representado por Inti, luminoso y bienhechor. Despertó de su sueño y decidió acumular con su poder y su fuerza el fuego de las montañas para rivalizar con él, la luz radiante del sol.
En la tierra se sintió conmoción y un estruendo atronador repercutió en las entrañas de los cerros. Wari, quiso apoderarse de Aurora, hija del sol, Wari, que se había enamorado de aquella luminosidad, en su impuro deseo de mancillarla, con fuerte resoplido elevó columnas de humo y fuego por los cielos; pero el sol surgió venciendo a las sombras, hasta que un día ejerció su venganza sobre los hijos de Inti, que cayeron con ingenuidad en la red de las intrigas y el engaño de Wari.
El pueblo apacible de pastores de llamas del Uru-Uru, se había distinguido como el más atento en su culto al sol. Todas las mañanas se le adoraba con las manos en alto, con el cuerpo inclinado y de rodillas, cantando hasta su aparición.
Ese pueblo, de hombres buenos, había sido precisamente el elegido por Wari para el mal y llegó hasta él. Indicó la prosperidad de los pueblos del valle y señaló, en contraposición, la desolación altiplánica y como resultado, sus disminuidas cosechas; calificó de injusto a Pachacamaj y concluyó levantando el espíritu de rebelión.
Los ingenuos Urus escucharon al impostor. La envidia se apoderó de ellos; la pureza de alma iluminada por Pachacamaj, se tornó sombría; se volvieron hoscos y esquivos, tomaron los bríos de la sedición y se convirtieron en laikas y aisiris (brujos) para dañar al prójimo, En toda esta secuela de odios y perversidades, los preparó e instruyó el perverso Wari; así fue cómo fueron apareciendo gentes tullidas, ganados enfermos; se desencadenaron vientos helados, se precipitaron tormentas de granizo y una serie de desdichas, plagas, desastres y contrariedades.
Cuando algún uru pasaba por los rancheríos del Altiplano, era señal segura que algún mal,. Infestaban las poblaciones con, víboras, lagartos y sapos, probables mensajeros de los Urus. Sus habitantes tomaban proporciones monstruosas o enflaquecían miserablemente.
La gente comentaba entonces:
-El curaca se ha hinchado. -Es cierto. Tiene un sapo en el vientre. - ¡Claro! Ha sido embrujado por los Urus.
Otros decían,
-En Sora-Sora las mujeres han arrojado gusanos por la boca.
Un día apareció una bella Ñusta sin explicar su procedencia, tampoco nadie averiguó ni supo quien era ni de dónde venía. Era hermosa, blanca y esbelta. Su vestidura no estaba ceñida por faja alguna. Una aureola luminosa y resplandeciente, iluminaba su imagen.
La aparecida habló a los Urus. Sólo Dios sabe en qué lengua se dirigió a aquellas gentes. Les recordó el pasado de felicidad en que vivieron, en paz, sin odio, ni maldades ni remordimientos. Les pidió la vuelta hacia la bondad y el amor.
Aquella dulce prédica era matizada con ejemplos y bellísimas parábolas que influyó en sus espíritus que los llevo a la promesa de ser buenos, volviendo a su luminoso pasado de bien y amor entre ellos y sus vecinos.
La luz asomó a las mentes de los Urus. Volvió otra vez a reinar la paz y retornó la tranquilidad a la comarca. Wari, bramó de cólera despertando sus deseos de venganza. Para acabar con los Urus con plagas destructoras y es así que, envió desde sus lares una serpiente monstruosa y horrible, venía del Sur a devorar a los Urus. Espantados, la vieron todos; muchos creyeron llegada la hora del castigo para sus pasados males. La angustia se apoderó de las almas; pero alguien se acordó de la mujer blanca y hermosa que un día los exhortó al bien, pero ella, vestida de blanca saya de bayeta, blandiendo resplandeciente espada, se encaminó por la llanura por entre cuyos cerros y barranqueríos la serpiente asomaba su cabeza. Ante la muchedumbre atónita, aquella mujer, dividió en dos al monstruo que, retorciéndose, murió convertido en rocas, confundiendo su cuerpo con el de las penas y colinas por entre cuyas cimas se la vio avanzar.
Vencido así Wari, envió otra plaga para castigar a los Urus, Del lado Norte un gigante y barrigudo sapo, abriendo enorme boca, que habría de engullirse a aquellos laikas que tanto uso habían hecho de él en sus brujeríos, avanzaba lento. Otra vez, la mujer protectora de aquel pueblo, volvió a reaparecer misteriosamente entre los cerros próximos a cuyos pies se extendía el rancherío de los Urus y desde lo alto del cerro más próximo, hoy llamado Pie de Gallo, hizo girar sobre su cabeza, una honda con una piedra que llegó justamente en la boca del monstruo que al instante quedó convertido en piedra.
Wari hizo temblar la tierra de rabia e imaginó un tercer castigo. Del lado este, envió un gran lagarto que arrastrándose desde Japu y Murucucala, venía azotando los cerros con su enorme cola. El monstruo, era esta vez terrorífico. Nadie se opondría a su paso y ningún poder sería capaz de acabar con él, cerca de Cala-Cala, la protectora mujer de ocultas fuerzas, salió al encuentro y con agilidad pudo dividir y separar el cuerpo de la cabeza de aquel gigantesco lagarto, con cuya sangre, se fue formando una laguna; su cuerpo, con las patas extendidas, quedó petrificado en los cerros que descienden hacia Cala-Cala.
Vencido así, una vez más, el poder del terrible Wari, envió su cuarta plaga contra el pueblo de los Urus. Hizo salir millones de hormigas de la boca del lagarto que yacía muerto cerca del charco de sangre que formaba la laguna de Cala-Cala.
Huari envía una nueva plaga, se presento dividido en tres sectores la primera cerca del río Tagarete, la segunda por el sector de San pedro y la tercera en jiquilla. La Ñusta hizo girar su honda y las piedras de ella, al llegar a los millones de hormigas, que se extendieron en toda la planicie como un ejército dispuesto a acabar con el rancherío de los Urus, convirtió en montículos de arena y al mismo tiempo, en la cabeza del lagarto, clavó aquella mujer, un madero cruzado por otro de brazos menores que sirvió para ahuyentar para siempre a Wari, que desde entonces, oculto en las entrañas de los cerros brama de vez en cuando.
La fantasía exaltada de esta leyenda tiene su origen probable en la formación rocosa de las montañas próximas a la ciudad de Oruro y que realmente, por caprichos de la naturaleza en la formación geológica de la tierra, se dan estas figuras pétreas, al Norte, Sur, Este y al Oeste de nuestra ciudad.
Ahora nos falta decir quien fue la heroína que salvó a Oruro de las cuatro plagas enviadas por Wari; pues esa hermosa Ñusta, se dice que fue la Virgen del Socavón y que volvió a aparecer cuando los conquistadores habían llegado. Desde entonces es la Patrona de las armas de la ciudad de Oruro, guardiana v protectora de aquel pueblo, convertido hoy en una de las ciudades más prósperas y activas de la república.
Un día, supo que los hombres adoraban a Pachacamaj, representado por Inti, luminoso y bienhechor. Despertó de su sueño y decidió acumular con su poder y su fuerza el fuego de las montañas para rivalizar con él, la luz radiante del sol.
En la tierra se sintió conmoción y un estruendo atronador repercutió en las entrañas de los cerros. Wari, quiso apoderarse de Aurora, hija del sol, Wari, que se había enamorado de aquella luminosidad, en su impuro deseo de mancillarla, con fuerte resoplido elevó columnas de humo y fuego por los cielos; pero el sol surgió venciendo a las sombras, hasta que un día ejerció su venganza sobre los hijos de Inti, que cayeron con ingenuidad en la red de las intrigas y el engaño de Wari.
El pueblo apacible de pastores de llamas del Uru-Uru, se había distinguido como el más atento en su culto al sol. Todas las mañanas se le adoraba con las manos en alto, con el cuerpo inclinado y de rodillas, cantando hasta su aparición.
Ese pueblo, de hombres buenos, había sido precisamente el elegido por Wari para el mal y llegó hasta él. Indicó la prosperidad de los pueblos del valle y señaló, en contraposición, la desolación altiplánica y como resultado, sus disminuidas cosechas; calificó de injusto a Pachacamaj y concluyó levantando el espíritu de rebelión.
Los ingenuos Urus escucharon al impostor. La envidia se apoderó de ellos; la pureza de alma iluminada por Pachacamaj, se tornó sombría; se volvieron hoscos y esquivos, tomaron los bríos de la sedición y se convirtieron en laikas y aisiris (brujos) para dañar al prójimo, En toda esta secuela de odios y perversidades, los preparó e instruyó el perverso Wari; así fue cómo fueron apareciendo gentes tullidas, ganados enfermos; se desencadenaron vientos helados, se precipitaron tormentas de granizo y una serie de desdichas, plagas, desastres y contrariedades.
Cuando algún uru pasaba por los rancheríos del Altiplano, era señal segura que algún mal,. Infestaban las poblaciones con, víboras, lagartos y sapos, probables mensajeros de los Urus. Sus habitantes tomaban proporciones monstruosas o enflaquecían miserablemente.
La gente comentaba entonces:
-El curaca se ha hinchado. -Es cierto. Tiene un sapo en el vientre. - ¡Claro! Ha sido embrujado por los Urus.
Otros decían,
-En Sora-Sora las mujeres han arrojado gusanos por la boca.
Un día apareció una bella Ñusta sin explicar su procedencia, tampoco nadie averiguó ni supo quien era ni de dónde venía. Era hermosa, blanca y esbelta. Su vestidura no estaba ceñida por faja alguna. Una aureola luminosa y resplandeciente, iluminaba su imagen.
La aparecida habló a los Urus. Sólo Dios sabe en qué lengua se dirigió a aquellas gentes. Les recordó el pasado de felicidad en que vivieron, en paz, sin odio, ni maldades ni remordimientos. Les pidió la vuelta hacia la bondad y el amor.
Aquella dulce prédica era matizada con ejemplos y bellísimas parábolas que influyó en sus espíritus que los llevo a la promesa de ser buenos, volviendo a su luminoso pasado de bien y amor entre ellos y sus vecinos.
La luz asomó a las mentes de los Urus. Volvió otra vez a reinar la paz y retornó la tranquilidad a la comarca. Wari, bramó de cólera despertando sus deseos de venganza. Para acabar con los Urus con plagas destructoras y es así que, envió desde sus lares una serpiente monstruosa y horrible, venía del Sur a devorar a los Urus. Espantados, la vieron todos; muchos creyeron llegada la hora del castigo para sus pasados males. La angustia se apoderó de las almas; pero alguien se acordó de la mujer blanca y hermosa que un día los exhortó al bien, pero ella, vestida de blanca saya de bayeta, blandiendo resplandeciente espada, se encaminó por la llanura por entre cuyos cerros y barranqueríos la serpiente asomaba su cabeza. Ante la muchedumbre atónita, aquella mujer, dividió en dos al monstruo que, retorciéndose, murió convertido en rocas, confundiendo su cuerpo con el de las penas y colinas por entre cuyas cimas se la vio avanzar.
Vencido así Wari, envió otra plaga para castigar a los Urus, Del lado Norte un gigante y barrigudo sapo, abriendo enorme boca, que habría de engullirse a aquellos laikas que tanto uso habían hecho de él en sus brujeríos, avanzaba lento. Otra vez, la mujer protectora de aquel pueblo, volvió a reaparecer misteriosamente entre los cerros próximos a cuyos pies se extendía el rancherío de los Urus y desde lo alto del cerro más próximo, hoy llamado Pie de Gallo, hizo girar sobre su cabeza, una honda con una piedra que llegó justamente en la boca del monstruo que al instante quedó convertido en piedra.
Wari hizo temblar la tierra de rabia e imaginó un tercer castigo. Del lado este, envió un gran lagarto que arrastrándose desde Japu y Murucucala, venía azotando los cerros con su enorme cola. El monstruo, era esta vez terrorífico. Nadie se opondría a su paso y ningún poder sería capaz de acabar con él, cerca de Cala-Cala, la protectora mujer de ocultas fuerzas, salió al encuentro y con agilidad pudo dividir y separar el cuerpo de la cabeza de aquel gigantesco lagarto, con cuya sangre, se fue formando una laguna; su cuerpo, con las patas extendidas, quedó petrificado en los cerros que descienden hacia Cala-Cala.
Vencido así, una vez más, el poder del terrible Wari, envió su cuarta plaga contra el pueblo de los Urus. Hizo salir millones de hormigas de la boca del lagarto que yacía muerto cerca del charco de sangre que formaba la laguna de Cala-Cala.
Huari envía una nueva plaga, se presento dividido en tres sectores la primera cerca del río Tagarete, la segunda por el sector de San pedro y la tercera en jiquilla. La Ñusta hizo girar su honda y las piedras de ella, al llegar a los millones de hormigas, que se extendieron en toda la planicie como un ejército dispuesto a acabar con el rancherío de los Urus, convirtió en montículos de arena y al mismo tiempo, en la cabeza del lagarto, clavó aquella mujer, un madero cruzado por otro de brazos menores que sirvió para ahuyentar para siempre a Wari, que desde entonces, oculto en las entrañas de los cerros brama de vez en cuando.
La fantasía exaltada de esta leyenda tiene su origen probable en la formación rocosa de las montañas próximas a la ciudad de Oruro y que realmente, por caprichos de la naturaleza en la formación geológica de la tierra, se dan estas figuras pétreas, al Norte, Sur, Este y al Oeste de nuestra ciudad.
Ahora nos falta decir quien fue la heroína que salvó a Oruro de las cuatro plagas enviadas por Wari; pues esa hermosa Ñusta, se dice que fue la Virgen del Socavón y que volvió a aparecer cuando los conquistadores habían llegado. Desde entonces es la Patrona de las armas de la ciudad de Oruro, guardiana v protectora de aquel pueblo, convertido hoy en una de las ciudades más prósperas y activas de la república.
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