Caminar sobre brasas en la medianoche de la víspera de San Juan es una costumbre arraigada en los pueblos chiquitanos. La población de Porongo utiliza esta tradición como un excelente motivo de turismo receptivo en honor a su patrono, el bautista
Pasado mañana se conmemora la festividad de San Juan, un acontecimiento que en el calendario cristiano está revestido de singular importancia, y tiene profundo arraigo en gran parte del planeta. La celebración está salpicada de rituales en los que sobresale el popular encendido de fogatas.
Posible origen
El primitivo sentido de la fiesta, más allá de la simple diversión, radicaría en la ejecución de una serie de ritos relacionados con el tiempo, la caza o las deidades a las que se honraba como defensoras de las cosechas, las familias y la prosperidad de las comunidades. Así, en el esfuerzo por calmar las indómitas fuerzas de la naturaleza se crearon ceremonias cada vez más ricas y vistosas, con música, danzas y recitaciones.
Adopciones
La cultura cristiana logró implantarse adoptando las tradiciones paganas, lo que se llama sincretismo, y creó sus propias festividades. De esta manera, si los pueblos orientales celebraban cada 25 de diciembre la gran fiesta del Sol (solsticio de invierno), en esa fecha se instaló la Navidad. Si en el solsticio del verano tenían lugar las mayores celebraciones regeneradoras, allí se ubicó la fiesta de San Juan.
Cargada de tradiciones
Pero esta celebración posee una serie de características que la hacen la más interesante del calendario desde un punto de vista antropológico.
Se creía, por ejemplo, que al amanecer del día de San Juan las aguas de infinidad de fuentes, regatas y riachuelos estaban dotadas por unos momentos de poderes especiales -que los cristianismo luego dijeron bendecidas- para curar enfermedades cutáneas y proteger a personas, animales o incluso bienes materiales rociados con ellas, por lo que se guardaban en las casas como un bien preciado.
Lo mismo valía para el rocío que empapaba los campos aquella mañana, de forma que se paseaba a los animales y las personas desnudas se revolcaban en los eriales para quedar protegidas durante el largo año.
También se plantaban, la noche anterior, ramas de árboles en las puertas de las casas. Con el tiempo esto derivó en otro ritual que consistía en quemar las maderas de San Juan del año anterior o gajos de laurel bendito, y con los tizones aún encendidos recorrer las tierras propias, con sumo cuidado, para favorecer las cosechas.
Así se entra a lo que hoy es un motivo de la fiesta: el fuego.
Quemar lo viejo
En la costumbre de encender fogatas, se fue incorporando gradualmente el concepto de purificación, la creencia de que quemando las cosas viejas uno está listo para recibir todo lo nuevo, y volverlo a quemar luego de un largo periodo de uso.
Chicotazos
En muchas familias, sobre todo en ciertos lugares rurales del departamento, se practica el rito de dar guasca, no tan fuerte por supuesto, a los muchachos petisos, para que crezcan. Lo mismo a las plantas del patio de la casa, para que sus frutos sean mejores. No faltan quienes ‘riegan’ maíces a los tallos de los árboles de sus aceras, con la finalidad, dicen, de que brinden mucha sombra.
Caminar sobre brasas
Una tradición que ‘pisa fuerte’ es la de caminar sobre brasas justo cuando el reloj marca la medianoche, el momento cero se podría decir, en el instante del tránsito del tiempo entre las fechas 23 y 24.
Se practica esta costumbre en la mayoría de los pueblos de la provincia Velasco. En los últimos años se ha convertido en un motivo de atracción turística de la comunidad Porongo que, justamente, se está alistando para celebrar la festividad de su patrono: San Juan Bautista.
Una gran tradición
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