Si bien la fiesta de Carnaval es una costumbre eminentemente europea que fue introducida en América por los españoles con la colonia, los pueblos indígenas de esta región también celebraban una fiesta establecida según su calendario agrícola que no tenía el mismo espíritu ni motivos del Carnaval y sólo coincidían en la época.
“La Nueva Crónica y Buen Gobierno Compuesto”, de don Felipe Guamán Poma de Ayala, describe la celebración que los incas tenían durante el mes de febrero, época en la que se celebraba la fiesta del Paucar Uaray, que consistía en la entrega de sacrificios de oro que los incas hacían a la Pachamama como retribución por los frutos de la tierra que empezarían a cosechar en esta época del año. Este documento es en realidad una carta de más de mil páginas en la que el más importante cronista indígena de la colonia le cuenta al rey de España cómo era la cultura del pueblo que estaba colonizando en América del Sur.
Esta retribución se mantiene hasta nuestros días, pues según explican los antropólogos costumbristas Wilfredo Camacho y Melby Mojica, “durante el Paray Pacha (tiempo de lluvia) los comunarios se disponen a retribuir sus ofrendas a la Pachamama, esperando que ella continúe acompañándolos con su benevolencia hasta el fin de la cosecha, pues en estos meses de febrero y marzo, los sembradíos muestran sus mejores galas y los frutos que empiezan a madurar constituyen la promesa de que no faltarán los alimentos”.
Por esta razón, hasta nuestros días, especialmente en la comunidad de Tiataco, se instaura la tradicional Pucara de ofrenda a la Pachamama y se organizan comparsas con niños
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