Cada año se cumplen los ciclos agrícolas que identifican a una determinada época en el tiempo, que usualmente se relacionan con antiguos rituales y ceremonias que provienen de los pueblos prehispánicos.
En las regiones las costumbres de los carnavales reflejan las diferentes tradiciones que son únicas con inigualables manifestaciones, la muestra de la pluriculturalidad del país. El Jallupacha o tiempo de lluvia trae a la vez un tiempo dedicado a la naturaleza y a la fertilidad; las primeras cosechas son motivo de celebración a la Pachamama o Madre Tierra, es el carnaval que se celebra con danzas, música y ofrendas, es el festejo principal por la buena producción y la esperanza.
Los antropólogos consideran que la música y la danza son un lenguaje que tiene un papel muy importante en el desarrollo y la conservación de las tradiciones de las culturas. A ellas se suman otras costumbres como las gastronómicas con una variedad de exquisiteces que se derrochan en cada uno de los pueblos de las regiones.
El Carnaval en el altiplano, las tierras bajas y los valles es principalmente la expresión del folklore. Tanta riqueza cultural que sólo es posible admirarla en esta época del año, mereció que la Unesco nombre al Carnaval de Oruro Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
Las culturas originarias tienen formas muy particulares para celebrar la buena producción y las primeras cosechas en los carnavales que se produce en el Jallupacha o tiempo de lluvia, esa única relación entre el ser humano o el jaqi-warmi (hombre-mujer) y la naturaleza, que forman parte de una cosmovisión. En el altiplano, el andino concibe todo lo que le rodea como parte de una totalidad llena de vida y de complementariedad, fundamentalmente es el respeto y la convivencia en armonía con los animales, las plantas, la Pachamama y el resto del cosmos.
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