Hace más de 100 años que las familias de la calle Atacama o “Misk’i Pasaje” (pasaje del dulce) de Quillacollo comenzaron a elaborar los confites, esos caramelos recubiertos de azúcar y rellenos con fruta seca, sin que la tradición haya desaparecido a pesar de las tormentas del mercado, contó una de las dulceras, Mirtha Aguayo.
Este dulce andino que por estos días se vende a granel en las esquinas, el mercado y el pasaje, es uno de los ingredientes infaltables del Carnaval. Pero, antes de llegar a las ofrendas del Martes Ch’alla pasa por un proceso marcado por la paciencia.
Para hacer una arroba de confites hay que alistar el almíbar: Mezcla de agua y azúcar, que se echa de a poco sobre un perol con frutas secas, que se cocinan a unos 200 grados centígrados.
Después, hay que seguir meneando la batea sin pausa remojando las frutas deshidratadas constantemente con el almíbar. Para darle color a los dulces menudos se salpica pintura vegetal de preferencia de colores fuertes: Amarillo, rojo, verde y naranja. El proceso culmina cuando se obtiene un caramelo redondeado y consistente. Recién entonces están listos para el consumo.
La gente los pide por puñados, libras, cuartillas y arrobas. Como el Martes de Ch’alla es el cumpleaños de la Pachamama, la demanda se intensifica. Son necesarios sobre todo los menudos para invocar la dulzura de la Madre Tierra. La costumbre es regarlos en las esquinas de la casa, empresa, negocio o trabajo, siguiendo la creencia de que en esos sitios se acumula la maldad y el dulce puede atenuar esta sombra.
Los golosinas rellenas con frutas se reparten entre toda la familia, aunque los niños son los más beneficiados, después del almuerzo. Las elaboradoras le atribuyen a este gesto muchas interpretaciones, entre ellas, que así se expresa la ternura hacia la familia, la alegría que debe acompañarla en el año y los buenos augurios. Sin embargo, el consumo del confite ha traspasado el Carnaval y se lo utiliza en varias fechas o para saciar un antojo.
Las artesanas de Quillacollo distribuyen las golosinas a la ciudad y provincias del valle bajo. Como promedio cada familia elabora unos 50 quintales de confite para el Carnaval.
SECRETOS Y RECETAS
La receta del confite es uno de los secretos mejor guardados de las familias dedicadas a su elaboración. Se pueden distinguir tres cunas de esta golosina: Quillacollo, Punata y Cercado.
El confite de cilandro y el de semillas de anís son considerados los más clásicos. Recientemente, se elaboraron confites con uva y galleta, pero no tuvieron la misma aceptación que los que están rellenos con durazno, arveja, maní, nuez y coco.
La elaboración del confite comienza en diciembre y se prolonga hasta el miércoles de ceniza. Aunque la cúspide de sus ventas se da en vísperas del Martes de Ch’alla hay quienes adquieren la golosina desde días previos para bendecir sus casas, terrenos, trabajos y negocios.
En Quillacollo, las artesanas están organizadas en el Sindicato Mixto de Elaboradoras de Dulce y Confite 2 de noviembre. Hay familias como la de las hermanas Borda, que aprendieron la receta de sus abuelos y ahora mantienen la tradición.
Los confites del Misk’i pasaje tienen gran demanda en el valle bajo, la ciudad y las alturas de Quillacollo, donde los pobladores los llevan por arrobas.
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