Creer en los dones del dios de la abundancia no basta. Para que los bienes representados en miniatura se materialicen, deben pasar por diferentes ritos que transitan naturalmente entre lo religioso y lo pagano.
De hecho, es al Ekeko a quien primero se encomiendan los cultores de esta práctica, pues quienes adquieren los pequeños productos recreados por los artesanos saben que es de ese hombrecillo de quien recibirán el favor.
Luego toca la ch’alla, la ofrenda para las deidades andinas, Pachamama y achachilas. Doña Ana sabe mucho de ello pues lleva 30 años consecutivos asistiendo a la jornada inaugural para adquirir billetes y víveres, pero este año, además, compró un auto y una casa y confesó que su deseo más íntimo es tener un edificio, “ése es mi sueño, con trabajo y fe sé que vamos a poder”.
“Siempre nos hacemos ch’allar con los yatiris y después vamos a buscar la bendición de la iglesia, toda mi familia tiene esta tradición, en la casa todos intercambiamos billetitos, nos regalamos entre nosotros”, relata.
Como doña Ana, después de la ch’alla miles visitan los templos católicos para hacer bendecir lo adquirido y, aunque en el último tiempo el clero ha marcado distancia con esta práctica, todavía es común que sacerdotes o sacristanes salgan al atrio de las iglesias con agua bendita.
Es entonces que se producen las aglomeraciones, porque conseguir que el agua llegue a la miniatura es entendido como una garantía de que se materializará.
Por si eso no bastara, en la Catedral Metropolitana la gente se aproxima a las imágenes de la Virgen de Copacabana, del Carmen, San Antonio y San Juan Bautista y frota los billetitos o deja algunos detrás de las estatuillas para simbolizar que cumplen con pagar sus deudas.
Si el templo está cerrado, como sucedió ayer en San Miguel, la gente se las ingenia. Introducir billetes por debajo de la puerta se ha convertido en la alternativa que cubre ese “vacío”.
Pero los rituales no terminan en esta fecha. Hay quienes, como doña Isabel, que tras haber ch’allado su compra, la guarda hasta la llegada del Carnaval.
“Todo lo que he comprado lo hago ch’allar en carnavales, junto con la casa, en la mesa le echamos cerveza, alcohol puro, copal, flores. Tengo guardado, desde hace varios años, mis billetitos y nunca le falta nada a mi familia”, asegura.
De hecho, es al Ekeko a quien primero se encomiendan los cultores de esta práctica, pues quienes adquieren los pequeños productos recreados por los artesanos saben que es de ese hombrecillo de quien recibirán el favor.
Luego toca la ch’alla, la ofrenda para las deidades andinas, Pachamama y achachilas. Doña Ana sabe mucho de ello pues lleva 30 años consecutivos asistiendo a la jornada inaugural para adquirir billetes y víveres, pero este año, además, compró un auto y una casa y confesó que su deseo más íntimo es tener un edificio, “ése es mi sueño, con trabajo y fe sé que vamos a poder”.
“Siempre nos hacemos ch’allar con los yatiris y después vamos a buscar la bendición de la iglesia, toda mi familia tiene esta tradición, en la casa todos intercambiamos billetitos, nos regalamos entre nosotros”, relata.
Como doña Ana, después de la ch’alla miles visitan los templos católicos para hacer bendecir lo adquirido y, aunque en el último tiempo el clero ha marcado distancia con esta práctica, todavía es común que sacerdotes o sacristanes salgan al atrio de las iglesias con agua bendita.
Es entonces que se producen las aglomeraciones, porque conseguir que el agua llegue a la miniatura es entendido como una garantía de que se materializará.
Por si eso no bastara, en la Catedral Metropolitana la gente se aproxima a las imágenes de la Virgen de Copacabana, del Carmen, San Antonio y San Juan Bautista y frota los billetitos o deja algunos detrás de las estatuillas para simbolizar que cumplen con pagar sus deudas.
Si el templo está cerrado, como sucedió ayer en San Miguel, la gente se las ingenia. Introducir billetes por debajo de la puerta se ha convertido en la alternativa que cubre ese “vacío”.
Pero los rituales no terminan en esta fecha. Hay quienes, como doña Isabel, que tras haber ch’allado su compra, la guarda hasta la llegada del Carnaval.
“Todo lo que he comprado lo hago ch’allar en carnavales, junto con la casa, en la mesa le echamos cerveza, alcohol puro, copal, flores. Tengo guardado, desde hace varios años, mis billetitos y nunca le falta nada a mi familia”, asegura.
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