Algunas de aquellas tradiciones de toda la vida tienen una mínima repercusión en nuestros días. Este es el caso de la Fiesta de Reyes -celebrada cada 6 de enero en diferentes partes del mundo-, cuyas costumbres, en algunos casos, sufrieron cambios, mientras que en otros se perdieron en el tiempo.
La costumbrista Elizabeth de Col cuenta que en el siglo XIX la Fiesta de Reyes era sinónimo de ostentación.
El Niño Jesús, que por tradición era más grande que sus padres, era llevado a misa en la mañana con las joyas más lujosas.
“El Niño tenía túnicas finas, resplandor de oro, sandalias de plata, cinturón de esmeraldas y collar de perlas”, describe De Col y agrega que todas las familias salían a la calle para lucir el lujo de pieza que tenían entre sus manos.
En esa época, los caballeros se acercaban para besar la imagen, pero primero debían quitarse el sombrero como símbolo de respeto y veneración.
Esa imagen del Niño era una de las piezas más apetecidas en las herencias familiares, pero sólo la recibía la primera hija mujer de cada familia, quien continuaba con esta tradición año tras año.
En los periódicos de ese siglo había muchos avisos que ofertaban juguetes para el Niño Dios, desde autitos y trenes eléctricos hasta un fino juego de vajilla hecho de porcelana.
Cada familia debía hacerle un presente especial que era puesto a los pies del nacimiento (que para entonces no tenía pesebres ni animales) junto a los obsequios de años anteriores. De esa manera se formaba una muy singular “alfombra de regalos”.
En esa fecha, las visitas al Niño Jesús eran frecuentes y sólo después de recibir a los invitados se podía guardar las piezas hasta el próximo año.
Por otro lado, los niños más osados de la ciudad aprovechaban la fecha para ir a adorar al Niño Jesús con instrumentos hechos de tapacoronas a fin de recibir un “pago”, que consistía en una chirpa de pera, es decir, un envoltorio hecho en trama de pitas de cuero y acondicionado con paja.
Se dice que estos “niños adoradores” solían agarrar alguno de los juguetes puestos en el suelo y por ello había que tener mucho cuidado cuando ingresaban en los hogares.
La festividad en el presente
“Desde que Papá Noel llegó, la Fiesta de Reyes empezó a desaparecer”, afirma la costumbrista, quien además indica que desde inicios del siglo XX en el cine mudo se presentó a este personaje extranjero, fomentando una nueva tradición en nuestro medio.
Actualmente, cada 6 de enero las familias suelen ir a misa cargando sus Niños, pero no con el mismo afán de antes, ni con el mismo sentido de ostentación.
Marina Campos, una practicante paceña, cuenta que cada año lleva a su Niño a misa “para que sea bendecido” y después acostumbran a guardar el nacimiento. Esta es una tradición heredada desde su abuela, pero que también es practicada por otras familias en La Paz.
Esta es la única costumbre que se conserva desde entonces hasta ahora, pues ya no se compran regalos para el Niño Dios.
Al respecto, el párroco del templo Corazón de María, Francisco López de Dicastillo, explica que la Fiesta de Reyes significa mucho más que dar regalos.
“Hay que decir que ésta es la Fiesta de la Epifanía, es decir, de la manifestación de Jesús como Salvador de todos, tanto de judíos como de paganos. No es la fiesta de los Niños, es la fiesta de todos' Esa es la enseñanza fundamental”, explica el párroco.
Si bien algunos consideran que en esta celebración se fomenta el consumismo, existen lugares en Bolivia donde se mantiene el sentido religioso.
Por ejemplo, en lugares de Tupiza (Potosí) y en Tarija se acostumbra a realizar un desfile de caballería y una misa; mientras que en la población de Reyes (Beni) se realizan corridas de toros, donde el animal no es sacrificado y además festejan con bailes, cantos y una peregrinación al templo principal.
“Me gusta más la Navidad de ahora, porque das a los demás. Nos acordamos de los pobres y recién vemos a Jesús en ellos”, dice la costumbrista De Col.
Más allá de la costumbre y la tradición, lo importante es entender y vivir el verdadero sentido de esta fiesta religiosa.
“Lo principal es que la gente sienta en estos días un sentimiento de solidaridad, amor y caridad por todos, la Iglesia quiere rescatar el verdadero sentido de estas fiestas religiosas: que Jesús vino a salvar a todos. Es el día grande de la fe”, concluye el párroco López de Dicastillo.
La costumbrista Elizabeth de Col cuenta que en el siglo XIX la Fiesta de Reyes era sinónimo de ostentación.
El Niño Jesús, que por tradición era más grande que sus padres, era llevado a misa en la mañana con las joyas más lujosas.
“El Niño tenía túnicas finas, resplandor de oro, sandalias de plata, cinturón de esmeraldas y collar de perlas”, describe De Col y agrega que todas las familias salían a la calle para lucir el lujo de pieza que tenían entre sus manos.
En esa época, los caballeros se acercaban para besar la imagen, pero primero debían quitarse el sombrero como símbolo de respeto y veneración.
Esa imagen del Niño era una de las piezas más apetecidas en las herencias familiares, pero sólo la recibía la primera hija mujer de cada familia, quien continuaba con esta tradición año tras año.
En los periódicos de ese siglo había muchos avisos que ofertaban juguetes para el Niño Dios, desde autitos y trenes eléctricos hasta un fino juego de vajilla hecho de porcelana.
Cada familia debía hacerle un presente especial que era puesto a los pies del nacimiento (que para entonces no tenía pesebres ni animales) junto a los obsequios de años anteriores. De esa manera se formaba una muy singular “alfombra de regalos”.
En esa fecha, las visitas al Niño Jesús eran frecuentes y sólo después de recibir a los invitados se podía guardar las piezas hasta el próximo año.
Por otro lado, los niños más osados de la ciudad aprovechaban la fecha para ir a adorar al Niño Jesús con instrumentos hechos de tapacoronas a fin de recibir un “pago”, que consistía en una chirpa de pera, es decir, un envoltorio hecho en trama de pitas de cuero y acondicionado con paja.
Se dice que estos “niños adoradores” solían agarrar alguno de los juguetes puestos en el suelo y por ello había que tener mucho cuidado cuando ingresaban en los hogares.
La festividad en el presente
“Desde que Papá Noel llegó, la Fiesta de Reyes empezó a desaparecer”, afirma la costumbrista, quien además indica que desde inicios del siglo XX en el cine mudo se presentó a este personaje extranjero, fomentando una nueva tradición en nuestro medio.
Actualmente, cada 6 de enero las familias suelen ir a misa cargando sus Niños, pero no con el mismo afán de antes, ni con el mismo sentido de ostentación.
Marina Campos, una practicante paceña, cuenta que cada año lleva a su Niño a misa “para que sea bendecido” y después acostumbran a guardar el nacimiento. Esta es una tradición heredada desde su abuela, pero que también es practicada por otras familias en La Paz.
Esta es la única costumbre que se conserva desde entonces hasta ahora, pues ya no se compran regalos para el Niño Dios.
Al respecto, el párroco del templo Corazón de María, Francisco López de Dicastillo, explica que la Fiesta de Reyes significa mucho más que dar regalos.
“Hay que decir que ésta es la Fiesta de la Epifanía, es decir, de la manifestación de Jesús como Salvador de todos, tanto de judíos como de paganos. No es la fiesta de los Niños, es la fiesta de todos' Esa es la enseñanza fundamental”, explica el párroco.
Si bien algunos consideran que en esta celebración se fomenta el consumismo, existen lugares en Bolivia donde se mantiene el sentido religioso.
Por ejemplo, en lugares de Tupiza (Potosí) y en Tarija se acostumbra a realizar un desfile de caballería y una misa; mientras que en la población de Reyes (Beni) se realizan corridas de toros, donde el animal no es sacrificado y además festejan con bailes, cantos y una peregrinación al templo principal.
“Me gusta más la Navidad de ahora, porque das a los demás. Nos acordamos de los pobres y recién vemos a Jesús en ellos”, dice la costumbrista De Col.
Más allá de la costumbre y la tradición, lo importante es entender y vivir el verdadero sentido de esta fiesta religiosa.
“Lo principal es que la gente sienta en estos días un sentimiento de solidaridad, amor y caridad por todos, la Iglesia quiere rescatar el verdadero sentido de estas fiestas religiosas: que Jesús vino a salvar a todos. Es el día grande de la fe”, concluye el párroco López de Dicastillo.
Siglo XIV en los periódicos autitos y trenes eléctricos ????
ResponderEliminarmmmh
No se han equivocado ??????
ResponderEliminarPerdón siglo XIX
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