Son irreemplazables representantes del desayuno paceño. La sensación a queso caliente y derretido en la boca hace que el cuerpo entre en calor en las frías mañanas que ofrece La Paz, es un gustito aparte que, junto al api, forman una pareja que sabe a tradición.
Y nadie sabe mejor del éxito que las llauchas tienen cada mañana, durante los siete días de la semana, que doña Petrona Ordóñez, una mujer que aprendió a hacer estas delicias en miniatura a los seis años para ayudar a sus padres, quienes eran panaderos y que trabajaban en un horno en la calle Tumusla, de La Paz.
Con los años, la forma de hacer llauchas, heredada desde sus abuelos, con abundante queso la hicieron famosa en la esquina de la calle Almirante Grau y General Gonzales, en la zona de San Pedro, donde vende hace más de 30 años y en la que actualmente tiene la panadería y pastelería “El Buen Gusto”.
De madrugada
El proceso de hacer llauchas se inicia a las 4:30, mientras el frío cunde en la madrugada paceña. Uno a uno, los trabajadores ponen los ingredientes de la masa en una mezcladora para luego hacer bollos que se amasan con el uslero varias veces. El siguiente paso es colocar el relleno de queso, pedido exclusivamente de Guaqui y Pucarani. La labor de quienes trabajan en el horno de doña Petrona se hace de una manera tan sistemática, que parece una coreografía.
Luego se pintan las llauchas con ají molido y queso, y se las pone al horno. Para las 7:15, gran parte de las 300 llauchas producidas al día salen del horno cercano a la famosa esquina de Doña Petrona. Allí se venden a 3,50 bolivianos, colocadas en bateas calentadas con carbón, como se hacía en antaño.
Doña Petrona recuerda que en la época de sus abuelos se pintaba la llaucha con ají directamente molido en batán y que se ponía ulupica en el relleno, sólo para darle sabor y no para comerla.
“Ahora voy a poner mi tienda en Cochabamba, ése es mi sueño que pronto se hará realidad. Ese cariño que le pongo a las llauchas, los pasteles y masas que hago me ha durado toda una vida. El secreto del éxito es hacer las cosas a conciencia”, dice la empresaria de la llaucha.
De la esquina a los salones de té
Su sabor y preferencia en el gusto de los paceños hizo que con el tiempo la llaucha se traslade de la batea calentada a carbón en la esquina de las caseras a estar en las mejores cafeterías y salones de té de La Paz.
Ése es el caso de la pastelería y salón de té “Le Palais Rose”, que existe desde 1975, y hace una llaucha más pequeña que la tradicional, la cual se elabora desde las 8:00 y sale a la venta a las 10:00. Ésta tiene la masa finamente elaborada y más delgada que la tradicional, el relleno se hace con base en salsa blanca, queso criollo, ají no picante y otros ingredientes secretos, para luego vender cada una a tres bolivianos.
“Se hace de la misma manera desde siempre, gracias a las recetas de mi mamá, Bethsy. Es más delicada como para comerla en un té”, comenta Deborah de la Vega.
En el salón de té se venden diariamente estas delicias, que tienen alta demanda entre las masitas saladas. Una de las particularidades del lugar es que algunos clientes las piden crudas para hornearlas en sus hogares y consumirlas crocantes y recién hechas.
Queso llauch’ita, el nombre real
La costumbrista Elizabeth de Col explica que el nombre de la que hoy se conoce como llaucha proviene de “queso llauch’ita”, que en aymara es la acción de agarrar el queso y untarlo en la masa.
Posteriormente su nombre fue simplificado a llauch’ita y luego sólo a llaucha. “La llauch’ita, aunque sea pequeña o de gran tamaño, sigue siendo llauch’ita”, dice.
Las mujeres la vendían siempre muy temprano y no eran conocidas como “llaucheras” sino como “llauch’iteras”.
El queso llauch’ita era acompañado con phosko allpi -que quiere decir mazamorra fermentada en aymara- que luego pasaría a ser llamado phosko api y en la actualidad se conoce como api.
“La llauch’ita salía a la venta a mediados del siglo XX a las 5:00 y a las 10:00 ya no encontrabas ninguna. Ahora tomamos té con llauchas”, dice De Col, quien explica que el origen de esta empanada paceña puede ser una simbiosis de alguna receta traída por los españoles, ya que el queso proviene de ese país.
La llaucha también tiene un lugar en sucesos que marcaron la historia en el siglo XX.
Según cuenta la costumbrista, el consumo de la llaucha figura en una crónica de la Revolución del 21 de julio de 1946, en la que murió el presidente Gualberto Villarroel, quien habría mencionado que “la chola paceña es muy noble, igual les dio phosko api con llauch’itas a los revolucionarios, como a los soldados que defendían al Gobierno”.
Y nadie sabe mejor del éxito que las llauchas tienen cada mañana, durante los siete días de la semana, que doña Petrona Ordóñez, una mujer que aprendió a hacer estas delicias en miniatura a los seis años para ayudar a sus padres, quienes eran panaderos y que trabajaban en un horno en la calle Tumusla, de La Paz.
Con los años, la forma de hacer llauchas, heredada desde sus abuelos, con abundante queso la hicieron famosa en la esquina de la calle Almirante Grau y General Gonzales, en la zona de San Pedro, donde vende hace más de 30 años y en la que actualmente tiene la panadería y pastelería “El Buen Gusto”.
De madrugada
El proceso de hacer llauchas se inicia a las 4:30, mientras el frío cunde en la madrugada paceña. Uno a uno, los trabajadores ponen los ingredientes de la masa en una mezcladora para luego hacer bollos que se amasan con el uslero varias veces. El siguiente paso es colocar el relleno de queso, pedido exclusivamente de Guaqui y Pucarani. La labor de quienes trabajan en el horno de doña Petrona se hace de una manera tan sistemática, que parece una coreografía.
Luego se pintan las llauchas con ají molido y queso, y se las pone al horno. Para las 7:15, gran parte de las 300 llauchas producidas al día salen del horno cercano a la famosa esquina de Doña Petrona. Allí se venden a 3,50 bolivianos, colocadas en bateas calentadas con carbón, como se hacía en antaño.
Doña Petrona recuerda que en la época de sus abuelos se pintaba la llaucha con ají directamente molido en batán y que se ponía ulupica en el relleno, sólo para darle sabor y no para comerla.
“Ahora voy a poner mi tienda en Cochabamba, ése es mi sueño que pronto se hará realidad. Ese cariño que le pongo a las llauchas, los pasteles y masas que hago me ha durado toda una vida. El secreto del éxito es hacer las cosas a conciencia”, dice la empresaria de la llaucha.
De la esquina a los salones de té
Su sabor y preferencia en el gusto de los paceños hizo que con el tiempo la llaucha se traslade de la batea calentada a carbón en la esquina de las caseras a estar en las mejores cafeterías y salones de té de La Paz.
Ése es el caso de la pastelería y salón de té “Le Palais Rose”, que existe desde 1975, y hace una llaucha más pequeña que la tradicional, la cual se elabora desde las 8:00 y sale a la venta a las 10:00. Ésta tiene la masa finamente elaborada y más delgada que la tradicional, el relleno se hace con base en salsa blanca, queso criollo, ají no picante y otros ingredientes secretos, para luego vender cada una a tres bolivianos.
“Se hace de la misma manera desde siempre, gracias a las recetas de mi mamá, Bethsy. Es más delicada como para comerla en un té”, comenta Deborah de la Vega.
En el salón de té se venden diariamente estas delicias, que tienen alta demanda entre las masitas saladas. Una de las particularidades del lugar es que algunos clientes las piden crudas para hornearlas en sus hogares y consumirlas crocantes y recién hechas.
Queso llauch’ita, el nombre real
La costumbrista Elizabeth de Col explica que el nombre de la que hoy se conoce como llaucha proviene de “queso llauch’ita”, que en aymara es la acción de agarrar el queso y untarlo en la masa.
Posteriormente su nombre fue simplificado a llauch’ita y luego sólo a llaucha. “La llauch’ita, aunque sea pequeña o de gran tamaño, sigue siendo llauch’ita”, dice.
Las mujeres la vendían siempre muy temprano y no eran conocidas como “llaucheras” sino como “llauch’iteras”.
El queso llauch’ita era acompañado con phosko allpi -que quiere decir mazamorra fermentada en aymara- que luego pasaría a ser llamado phosko api y en la actualidad se conoce como api.
“La llauch’ita salía a la venta a mediados del siglo XX a las 5:00 y a las 10:00 ya no encontrabas ninguna. Ahora tomamos té con llauchas”, dice De Col, quien explica que el origen de esta empanada paceña puede ser una simbiosis de alguna receta traída por los españoles, ya que el queso proviene de ese país.
La llaucha también tiene un lugar en sucesos que marcaron la historia en el siglo XX.
Según cuenta la costumbrista, el consumo de la llaucha figura en una crónica de la Revolución del 21 de julio de 1946, en la que murió el presidente Gualberto Villarroel, quien habría mencionado que “la chola paceña es muy noble, igual les dio phosko api con llauch’itas a los revolucionarios, como a los soldados que defendían al Gobierno”.
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