lunes, 13 de junio de 2011

Milagros del Señor del Gran Poder

Ricardo Carranza, vecino de la zona de Chijini, relata con emoción un milagro del 2010: “El domingo siguiente a la entrada del año pasado, había mucha gente en la puerta pidiendo la bendición del padre Juan Pedro Smetsers, éste salió con agua bendita y comenzó a salpicar a los devotos. Dicen que una gota cayó en la boca de una niña de más de 12 años y muda de nacimiento. Nadie se dio cuenta al principio porque no sabíamos que la muchacha era muda. Sin embargo, vi una señora con una cara de miedo y sorpresa. Al creer que había perdido algo, me acerqué. Me dijo que su hija nunca había hablado antes”. Para ese momento, la pequeña estaba hablando con facilidad.

No obstante, ella no fue la única “mudita” que volvió a hablar gracias al Señor del Gran Poder. Hace tres años, el mismo día de la fiesta el Tata se mandó un nuevo milagro. “Se trataba de una niña que había perdido el habla en un accidente y quedó muda durante años. Ese día había una venta de prendedores con la imagen del Señor. Ella estaba viendo los recuerdos”, relata la hermana Magda, que vive en la iglesia agustina, techo del cuadro milagroso.

Como tocaba los botones, su madre la reprendió, diciéndole que los dejara, cuenta Severo Rivera, vecino de la zona.

“Entonces, el padre Juan Pedro Smetsers agarró un prendedor y lo enganchó en la ropa de la niña. Uno de los otros sacerdotes, que ignoraba su falencia, le dijo: ‘Niña, dale las gracias al padre por el regalo’ y ella dijo: ‘Gracias padre’, desde entonces habla”, dice la hermana Magda.

La hermana Magda también recuerda a otra enferma que mejoró gracias a la fe... “Hace cinco años había una señora paralítica que era de Potosí, muy devota; siempre le rezaba al Señor. Un día, una fraternidad la invitó a bailar y ella dijo: ‘¿Se están burlando?, ¿cómo me van a invitar a bailar si no puedo ni caminar?’ Pasaron los meses y ella no dejaba de venir, hasta que recuperó la movilidad paulatinamente, a pesar de que los médicos le habían dicho que nunca caminaría. Ese año no bailó porque su recuperación fue progresiva, pero al año siguiente sí lo hizo”.

Los feligreses cuentan, mientras encienden los cirios a la derecha de la puerta principal, que ocurren milagros de todo tipo, desde enfermedades, objetos perdidos que se recuperan, hasta retornos de hijos idos.

“Hubo un milagro el año pasado: le robaron joyas a una señora pobre que trabajaba en una tienda y el dueño se las cobró. Ella siempre venía desde antes de su desgracia y la Policía le dijo que el caso era imposible. Siete meses después, un investigador llegó a su casa con todas las joyas perdidas, ni una más, ni una menos”, dice Juan Quisberth, uno de los muchos testigos de las bendiciones.

Magdalena Mercado
‘El Tata me hizo tres milagros’

Magdalena Mercado es una ferviente devota del Señor Jesús del Gran Poder y dice que el Tata le favoreció con tres milagros. Mientras habla con La Razón muestra la réplica de yeso con coronas de oro. Esta obra fue hecha el año que pasó la festividad, 1990.

“Mi hijito de tres años se cayó desde la vitrina, de cabeza. Cuando fuimos a ver cómo estaba, no respiraba, entonces llorando nos fuimos a la iglesia aunque sea para bautizarlo (porque no lo habían hecho aún)”, relata. Sigue: “Cuando lo bautizamos, en el altar comenzó a gemir y respirar”. Ahora él tiene 36 años y es propietario de una tienda al frente de la mía.
 
Después, “tuvimos problemas con mi madre, que es muy rica, no se imagina cuánto, y metió a la cárcel a mi marido —rompe en llanto mientras acaricia su estatua—, lo sentenciaron a cuatro años de prisión y los abogados que contratamos decían que no había nada qué hacer, que en el juzgado sólo íbamos a gastar plata nomás, dinero que, por otro lado, no teníamos”, recuerda entre lágrimas.
 
“Yo oré tanto a mi Tata, hasta que de la nada un abogado de oficio, que ni siquiera mantenía contacto con nosotros, lo sacó en libertad, en menos de tres meses. Cuando salió, se fue directo a coser con sus propias manos los trajes para que salga el Señor en la procesión siguiente”.

1990. “Ese año fui pasante de la Morenada Eloy Salmón, justo cuando asesinaron al párroco Miguel Silva. Hicimos una romería el sábado que tenía que ser la entrada, en plena lluvia, para que apareciesen los criminales. La fiesta iba a suspenderse, pero el lunes, dos días después de nuestro pedido al Tata, apareció el jovencito que lo había matado. Poderoso es el Señor, ¿qué crimen de asesinato se resuelve tan rápido? Generalmente nunca”, afirma Magdalena.

Ricardo Carranza
‘Evitó la muerte de un devoto’

El Señor del Gran Poder salvó de una muerte segura a una importante persona de la organización del barrio y de la parroquia de Chijini, cuenta Ricardo Carranza, vecino y feligrés del santuario.
 
“Esta persona estuvo interna en una clínica durante unos tres o cuatro meses. El diagnóstico no le daba esperanzas, así que para que no se deprima al saber que le quedaba poco tiempo de vida, no se le informó de la conclusión a la que habían llegado los doctores”, dice Carranza.
 
“No quiero decir el nombre del señor que fue salvado porque no deseo que la gente piense que los que participamos en las actividades de la parroquia y del barrio estamos en búsqueda de protagonismo”, enfatiza el vecino.
 
“Al segundo mes ya se lo veía tan decaído que todos sus familiares estaban preparándose psicológicamente para que lo peor aconteciese uno de esos días”. Habla con un tono de tranquilidad, ya sabiendo que el final de la historia es feliz.
 
Los familiares siempre fueron muy devotos del Tata y continuaban yendo a pedir por la salud de su ser querido a pesar de que “ya estaban más preparados para lo peor. Hablando con uno de ellos un día, me contó que ya no pedía porque se sanase, sino para que pase feliz a la otra vida y no sufra”.

Cambio. La mejoría comenzó alrededor de la primera semana del tercer mes de la internación.
“Ya pudo comer, luego volvió a caminar. Así, poco a poco durante ese mes, hasta que los médicos, que no podían creer el giro que había dado la salud de un desahuciado, lo dieron de alta”.
 
Una vez sana, esta persona retomó con ahínco sus actividades en la parroquia y sus actos de devoción diarias.

Ángel Santander
‘Me brindó muchos dones’

“El Señor del Gran Poder me ha  bendecido en todos los aspectos. No tienen por qué ser siempre milagros asombrosos los que ofrece, lo que más hace el Tata es favorecer con una vida plena y tranquila. Todos los días son milagrosos para mí”, dice Ángel Santander.
 
Santander es un comerciante y vecino de Chijini que baila en la Morenada Comercial de los Señores Maquineros Eloy Salmón desde 1976. “Hasta ahora ya estoy 37 años como comerciante y 34 como moreno”. Así, por cuestión de fe, él decidió casarse ante el Tata.
 
“Soy muy creyente desde joven, por eso me casé a los pies de la imagen del Señor del Gran Poder, en la parroquia. Y vea si no bendijo a mi matrimonio. Junto a mi esposa vivo feliz desde entonces y no hemos tenido un solo problema hasta el día de hoy”, cuenta orgulloso.
 
“Fue el mismo Señor quien me dio cuatro hijos y todos salieron profesionales, y ahora éstos tienen sus nietos. ¿Quién puede decir que eso no es el milagro de la vida?”, asegura el feligrés.
 
“Exactamente igual que con mis negocios, me los mantuvo andando a la perfección. Es por esto que, después de tantos años de haber bailado en el Gran Poder, después de haber sido pasante de mi fraternidad, y después de haber recibido tantos bienes, deseo fervientemente cerrar este ciclo siendo el preste mayor. Para mí es un completo acto de agradecimiento al Tata; he recibido ya tanto de él, salud y amor, que es hora de devolverle los bienes que me brindó; la mejor forma de honrarlo es siendo el preste mayor”, señala con convicción.

deseo. Después de bailar 35 años, Ángel Santander está a punto de colgar el traje porque acabó su ciclo de danzarín.
 
“Mi meta final y mi más ansiado objetivo siempre ha sido, si el Señor me lo permite, pasar su fiesta mayor”, concluye.

Fernando  Coca
‘Ha curado a mi wawita’

“El Tata nunca me ha negado nada, desde que le hice una promesa de sacrificio y renuncia para que cure a mi wawita, que nació con los riñones malos. Él me escuchó y yo cumplí mi promesa de renunciar a la vida desordenada que llevaba”, dice Fernando Coca.
 
Su hija tenía una rara enfermedad con la que, si bien se podía vivir, era tan dolorosa para ella, como costosa para su familia.
 
Por azares del destino y debido a las actividades ilícitas en las que estaba involucrado, Coca fue detenido en Santa Cruz. En prisión y con la hija enferma... “fue una experiencia que no se podía soportar, me habría muerto de no ser por el Señor Jesús del Gran Poder”, relata reviviendo aquellos días difíciles.
 
“Yo soy medio artista, y en la cárcel uno tiene mucho tiempo para cultivarse o leer. Y como la fe era lo único que me mantenía, hice unos cuadros en alto relieve del Tata. Ahora esas piezas las tienen personajes de la política que fueron muy importantes en los noventa”, asegura.

Rehabilitación. “Cuando estaba en prisión, le prometía cada día al Tata que iba a dejar lo que había hecho, que ya no iba a tomar (porque antes de entrar a la cárcel y el primer año que estuve ahí, bebía mucho) y le pedía que sane a mi wawita  y que me ayude a cumplir la promesa”, rememora Coca.
 
Cuando terminó su sentencia supo que su niña seguía enferma. “Yo creo que el Tata quería ver primero si cumplía mi promesa estando en libertad. Creo que él quería ver que yo demuestre lo que le dije y que deje de tomar estando con amigos y que no haga lo que antes hacía. Lo hice y tres meses después mi hija se curó de esa enfermedad”.

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