La secretaria de Relaciones del presidente Evo Morales, la señora Hillary Mamani (que antes se llamaba Hilaria), me llamó anoche por teléfono para felicitarme por el Año Nuevo aymara e invitarme a celebrarlo en Tiwanaku esta madrugada en compañía de mi comadre Macacha, para que pudiéramos recibir en esa capital de piedra los primeros rayos solares del año 5519. Agradecí su fría invitación pues mentiría si digo que fue cálida en medio de esta temperatura que hace llorar a las vicuñas y reventar a las piedras, como suelen decir los viejos stronguistas.
Cuando pedí a mi transportadora oficial que me trasladara a Tiwanaku en mi motocicleta Harley Davidson, me hizo un corte de manga irrespetuoso, manifestándome que ni ella ni yo somos aymaras pues tenemos sangre quechua y que, además, hace un frío de torcer verijas y que sigamos bailando en los salones del Waldorf Chijini donde continuábamos celebrando la fiesta del Señor del Gran Poder, pues la cuota que ella había pagado por ambos nos daba derecho a bailar hasta fin de mes.
Sin embargo, yo insistí en mi pedido y le conté que podríamos recibir algunos beneficios de la Pachamama, según me prometió la señora Hillary. Esa posibilidad la conmovió y fuimos a cambiarnos de ropaje, despojándonos de nuestras prendas de bailarines, reemplazándolas por ropas invernales parecidas a las que visten los esquimales.
Montamos en mi moto poderosa y pudimos llegar a las ruinas de Tiwanaku, buscando el templete donde se realizaría la ceremonia oficial, reconociendo a algunos personajes de estirpe aymara, siendo saludados afectuosamente por decenas de yatiris, entre los que se hallaban Wayruru, Calimán y Titirico, que es pariente del señor Cocarico, gobernador del departamento de La Paz.
Lo primero que me dijo mi comadre cochabambina fue: “¡Qué frío de eme, que cierren esa puerta por donde entra el frío!”, y tuve que pedirle que no diga yemadas en voz alta porque esa puerta no se cierra nunca porque es la Puerta del Sol, y por allí entrarían los primeros rayos del sol que nos comunicarían energía y felicidad como a los aymaras que vivieron en estos territorios a lo largo de 5.519 años, según los astrónomos calendaristas de esta raza tan vieja.
Casi helados, y convertidos en t’ayachas humanas, recibimos los primeros rayos de sol que no pudieron contagiarnos un poco de calor y energía, como dicen los propagandistas de Tiwanaku. Mi comadre Macacha me comunicó en la oreja que sentía necesidad de hacer pis y yo le respondí que podría hacerlo detrás de la Puerta del Sol, idea que rechazó diciendo que esa puerta estaba siempre abierta. El yatiri Calimán nos pasó una botella de pisco que iba de boca en boca y bebimos un “kaj”, que pudo reanimarnos un poco.
Cuando un historiador aymara anunció al público presente una breve relación acerca de los hechos históricos más importantes en los 5.519 años de vida de la cultura aymara, mi comadre cochabambina me tomó del brazo y me sacó del histórico lugar, gesto que le agradecí.
¡Happy New Year 5519!
Periodista
Paulovich
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