Con la fiesta del Gran Poder, La Paz reconoce su principal origen como un conjunto de ayllus, además de reivindicar a aquellas clases antes marginadas con el empoderamiento y ocupación de los espacios sociales generalmente destinados a las castas seudoblancoides de la urbe.
Así lo ven dos investigadores que se han dedicado a indagar sobre este fenómeno que desde 1974, con la venia del Dictador Hugo Bánzer Suárez, se permitió salir de su radio de acción, la arraigada zona de Chijini, para ganar las calles paceñas pese a la obstrucción de instituciones como la Alcaldía Municipal y la Policía Nacional. La entrada folklórica se celebra el última fin de semana de mayo.
“Así fue, pese a que el gobierno de Bánzer había autorizado la realización de la fiesta, las autoridades ediles y policiales renegaron del asunto pero no tuvieron otra acatar lo que era inevitable: el empoderamiento y la reivindicación de las clases oprimidas que no tenían derecho a cruzar el Choqueyapu, que en antaño dividía la ciudad de los indios de los criollos. La fiesta permitió de ahí en más reconocer el carácter étnico de Chuquiago Marka, pese a que fue duramente criticada y seguramente lo seguirá siendo, por corresponder a una expresión de indígenas urbanos”, señala Cleverth Cárdenas, investigador del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF).
Para el comunicador y también investigador Rafael Loayza, desde el inicio de la República, Bolivia se presenta como una sociedad postcolonial, pues existen elementos estructurales en la composición social que han definido las relaciones en sociedad, y que acarreó durante décadas estigmas relacionados al racismo y la discriminación. “En la Revolución del ’52 se intenta reparar la diferencia en cuanto a los derechos indígenas otorgándoles la ciudadanía a las comunidades campesinas, con el cual comienza a encaminarse el proyecto de Estado hacia una convivencia plural. De ahí en más se ha vivido un proceso en que las clases marginadas de La Paz, además de empezar a generar un poder económico, también empiezan a reivindicar un reconocimiento social, y la realización de la fiesta del Gran Poder es una forma de conquista por esa lucha”, señala.
Loayza dice además que detrás de la apropiación de los espacios sociales, se han dado otros fenómenos como la huída de las castas blancoides “que se trasladan cada vez más hacia la zona sur porque eso les significa no mezclarse”, también existe otra característica muy particular que ha generado este encuentro folklórico: la pluralidad de sus componentes con la participación, antes impensada, de las clases ajenas a esta expresión por demás popular. “Se han derribado ciertos tabúes sociales y nos apropiamos colectivamente de ciertas expresiones masivas. Este posicionamiento nos otorga en cierta manera un sentido de pertenencia”.
Otra de las observaciones de Cárdenas, es que la mujer ejerce una fuerte presencia en el evento, lo cual tiene que ver con una doble reivindicación por el hecho de ser mujeres y además, mujeres de pollera. “Son ellas las portadoras de la identidad cultural en directa relación con los herederos de la familia”.
bolivianos y nipones obtuvieron, a través de un novedoso sistema de riego, una nueva cosecha que cuatriplicaría la producción del cereal en el norte paceño.
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