El sonido de un pututu en la sede de los mallkus y el grito del amauta Lucas Choque despierta a los 23 representantes del municipio y a la única turista que se encontraba en medio de un grupo de indígenas, quienes preocupados comentan sobre los pocos extranjeros que vieron llegar.
Como cada 21 de junio, se celebra el willkakutjta (retorno del sol). Este año la ceremonia del Año Nuevo Aymara 5519 en el templete de Kalasasaya tuvo poca afluencia de turistas, quienes por temor al anuncio de dirigentes del transporte de ir a un paro indefinido cancelaron su vista al solsticio en Tiwanaku, explicó el mallku del municipio Huancacollo, Felipe Yupanqui.
¡Jallalla mallkus!, grita el amauta Lucas Choque, a tiempo de animar a sus compañeros para iniciar el preparado de las ofrendas rituales. Emocionados, un grupo de amautas alista tres canastillas con objetos ceremoniales y con lanas de colores adornan los sullus (fetos) de llama disecados, le ponen dulces de diferentes formas para pagar a las deidades andinas.
Choque, presidente y del Consejo Plurinacional de Amautas y Guías Espirituales, se lleva unas cuantas hojas de coca a la boca y explica que la preparación de los elementos rituales no es simple, ya que sólo los amautas o yatiris son las personas especializadas de preparar las ofrendas.
Mientras se realiza los preparativos, el pututu vuelve a sonar y en ese preciso momento, un grupo de músicos interpreta una melodía dulce y contagiosa. El cansancio de los comunarios vestidos con trajes coloridos y adornados de aguayos multicolores se convierte en alegría y picardía. Los representantes de las 23 comunidades salieron a las cinco de la mañana hacía el templete de Kalasasaya.
A las 7:45, los primeros rayos del sol alumbraron el lugar, donde hombres y mujeres comienzan la fiesta, y nadie es más ni nadie es menos; donde al compás de la pinquillada se hace esa fiesta andina tan diferente en sus motivaciones y en sus creencias.
Control policial fue ineficiente
Como cada 21 de junio, se celebra el willkakutjta (retorno del sol). Este año la ceremonia del Año Nuevo Aymara 5519 en el templete de Kalasasaya tuvo poca afluencia de turistas, quienes por temor al anuncio de dirigentes del transporte de ir a un paro indefinido cancelaron su vista al solsticio en Tiwanaku, explicó el mallku del municipio Huancacollo, Felipe Yupanqui.
¡Jallalla mallkus!, grita el amauta Lucas Choque, a tiempo de animar a sus compañeros para iniciar el preparado de las ofrendas rituales. Emocionados, un grupo de amautas alista tres canastillas con objetos ceremoniales y con lanas de colores adornan los sullus (fetos) de llama disecados, le ponen dulces de diferentes formas para pagar a las deidades andinas.
Choque, presidente y del Consejo Plurinacional de Amautas y Guías Espirituales, se lleva unas cuantas hojas de coca a la boca y explica que la preparación de los elementos rituales no es simple, ya que sólo los amautas o yatiris son las personas especializadas de preparar las ofrendas.
Mientras se realiza los preparativos, el pututu vuelve a sonar y en ese preciso momento, un grupo de músicos interpreta una melodía dulce y contagiosa. El cansancio de los comunarios vestidos con trajes coloridos y adornados de aguayos multicolores se convierte en alegría y picardía. Los representantes de las 23 comunidades salieron a las cinco de la mañana hacía el templete de Kalasasaya.
A las 7:45, los primeros rayos del sol alumbraron el lugar, donde hombres y mujeres comienzan la fiesta, y nadie es más ni nadie es menos; donde al compás de la pinquillada se hace esa fiesta andina tan diferente en sus motivaciones y en sus creencias.
Control policial fue ineficiente
A pesar de que 300 efectivos, entre policías, militares y originarios de Tiawanaku, se encargaron de la seguridad en los sitios arqueológicos y trataron de evitar el consumo de bebidas alcohólicas durante el solsticio, nada pudieron hacer en la plaza principal, donde se veía la libre venta y circulación de bebidas alcohólicas.
A pesar de que las autoridades municipales expresaron su deseo de que la festividad sea una conexión espiritual, y no un espacio de fiesta y consumo de bebidas alcohólicas, los visitantes se embriagaron e instalaron sus carpas en diferentes lugares, incluso llegaron a ocasionar destrozos en las jardineras de los museos. Se registraron varias peleas y hurtos, o intentos de robo, como el que sufrió un equipo de prensa de la red PAT. Un camarógrafo y un periodista se dirigían a su hotel luego de cubrir el acto central y fueron rodeados por cuatro delincuentes que los golpearon sin lograr arrebatarles sus equipos.
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