domingo, 8 de enero de 2012

Lourdes y Juan Mamani, los bordadores del Gran Poder

Ivone Juárez Zeballos

Se conocieron a principios de la década de los 70, cuando eran adolescentes. Vivían en la misma casa de la avenida Kollasuyo de la zona El Tejar de La Paz.

“Éramos inquilinos de don Carlos y doña Pacesa, papás de Lourdes”, precisa Juan Mamani Paucara mientras recuerda cómo conoció a la que hoy es su esposa: Lourdes Maldonado Cruz.

Juan, junto a sus seis hermanos y sus padres, Francisco Mamani e Inés Paucara, estaba dedicado por completo al oficio del  bordado de trajes para bailes folklóricos. Su familia tenía un taller llamado Kantati, que también estaba instalado en la casa de Lourdes Maldonado.

Familia de bordadores

Los padres de Juan Mamani llegaron a La Paz recién casados. Doña Inés Paucara provenía de Pomamaya, una localidad cercana a la tranca de San Roque, mientras que don Francisco Mamani había nacido en Villa San Felipe, cerca de la tranca de Río Seco. Antes de que sus hijos nacieran, Francisco decidió traer a su esposa a la ciudad de La Paz, donde su tío Seferino Mamani había seguido el oficio de bordador que le había enseñado su abuelo, don Dionisio Mamani.

Los siete hijos de Francisco e Inés  (Elena, Malvina, Fernando, Mario, Juan, Raúl y Freddy)  nacieron en La Paz y todos fueron formados en el bordado de trajes de kullawadas, sicuris, morenada y otros.

La separación

En la década de los 80, los Mamani-Paucara decidieron ir a trabajar a la ciudad de El Alto y dejaron la casa de los Maldonado-Cruz, de quienes siempre guardaron un buen concepto porque los habían tratado bien y “eran gente unida, sencilla y muy amable”. La estadía en El Alto se redujo a ocho años, cuando decidieron regresar a la hoyada y comenzaron a frecuentar a sus antiguos dueños de casa. Un día Mario, hermano mayor de Juan, encontró a Lourdes en la calle por casualidad, lo que marcó el inicio del reencuentro.

“Vivíamos en la zona de Villa Victoria cuando comenzamos a frecuentar a nuestros antiguos dueños de casa. Un día le confesé a mi hermano Mario que estaba enamorado de Lourdes y que tenía intenciones de declararme. Mi hermano me dijo: ¡Dale Juan, dale! Creo que él sabía lo que sentía”, recuerda Juan.

Y vino la declaración de amor, que Lourdes aceptó porque también estaba enamorada de Juan.

A la hora de rememorar la primera cita romántica, ella dice que fue después de la Fiesta del Señor del Gran Poder, y él precisa que fue “un lunes”. Salieron a pasear por el centro de la ciudad y después a cenar.

“Así comenzó nuestra relación”, señala Juan al precisar que al año y 15 días de noviazgo se casaron; era el 4 de enero de 1988.

Su vida de matrimonio la iniciaron en la casa de Juan, siguiendo el oficio de su familia: el bordado de trajes.

Tres años de plazo

“Mi mamá, que en paz descanse, era muy exigente y para ella no había imposibles. Por eso, desde el primer momento que llegamos, nos dijo que en su casa sólo viviríamos tres años”, recuerda Juan.

―¡Tienen que ahorrar y comprarse su casa! ―les había sentenciado la mujer.

Y cumplió. A los tres años de matrimonio les preguntó por su ahorros.

―¿Dónde está lo que han ahorrado? Se los contaré ―había reclamado a Juan y Lourdes, quienes, por su lado, habían decidido que la sorprenderían comprándose una casa.

“Nos dedicamos a buscar una casita y al segundo día de búsqueda encontré una en Munaypata. El dueño pedía 18 mil dólares, pero no me creyó que podía comprarla. Tuve que llevar a mi hermana Malvina y a mi esposa  para que me tomara en serio. Mi hermana le contó nuestra situación, y creo que le dimos pena porque hasta nos rebajó a 15 mil dólares su propiedad”, cuenta Juan.

Compraron la casita y realmente sorprendieron a doña Inés Paucara, quien se emocionó tanto que en el instante salió a ch’allar con toda su fe la primera propiedad de su hijo y su esposa.

Doña Inés, esa mujer fundamental para el progreso de Juan y Lourdes, murió hace tres meses y dejó un enorme vacío en la vida de sus hijos.

Señor del Gran Poder

El mismo año que compraron su primera casita, a los esposos Mamani-Maldonado les tocó, junto a otras tres parejas de esposos, ser pasantes de la fiesta del Señor del Gran Poder, pero no contaban con el dinero suficiente.

“Fue terrible porque no teníamos con qué cubrir las cuotas, pero como el Señor del Gran Poder es tan milagroso, el mismo día que tenía que llevar el dinero me comenzaron a entrar contratos fuertes para trajes bordados. Fue una bendición porque ya teníamos el soporte para pagar el adelanto a las bandas y los locales. Incluso nos sobró  dinero, y así que pudimos construir unos cuartos en nuestro terreno para que nos visitaran los compadres”, expresa Juan Mamani.

La bendición del Señor del Gran Poder no tenía límites para los Mamani-Maldonado. El día de la Diana de la fiesta, en la madrugada, mientras caminaban para cumplir con su fe, se encontraron 8 mil bolivianos.

“Ahí empezó para nosotros el progreso”, asegura Juan.

Para entonces ya habían nacido sus hijas Wendy y Ángela, que hoy ya son profesionales.

Los Fanáticos del Gran Poder

Con el paso de los años, Lourdes, Juan y sus hermanos comprendieron que dedicarse a elaborar trajes para varios bailes era demasiado difícil, así que decidieron abocarse sólo a la morenada. Al mismo tiempo buscaron un socio y encontraron a don Félix Quisbert, quien también tenía su taller de bordados llamado Kori Tica.

Con don Félix Quisbert y otros “amigos y compadres”, en 1992, fundaron la fraternidad Los Fanáticos del Gran Poder, que comenzó con 40 fraternos y ahora excede los 500, sin contar las filiales con la que la fraternidad cuenta en Santa Cruz, Estados Unidos, España, Inglaterra, Brasil y Argentina.

“Como éramos jóvenes nos atrevimos, con compadres y amigos, a formar una fraternidad, para la que hacíamos la ropa innovando cada vez y proponiendo siempre nuevos modelos”, menciona Lourdes.

“Así comenzamos y pusimos a la danza de la morenada en su mayor auge, cambiando cada año los modelos de trajes. Antes sólo bailaban las personas mayores, pero cuando nosotros ingresamos con nuestra fraternidad, como éramos jóvenes, la gente joven se integró para bailar la morenada”, complementa Juan.

El surtidor

Ya en su taller de bordados de Munaypata, los Mamani-Maldonado, después de haber fundado la fraternidad Los Fanáticos del Gran Poder, sentían la inquietud de incursionar en otros negocios más; sin embargo, no habían tomado la decisión hasta que en 2004 Mario, hermano mayor que de alguna forma les había ayudado a ser pareja, le sugirió incursionar en el negocio del servicio de carburantes. Él lo había hecho instalando su propia estación de multiservicios  en plena carretera La Paz-Copacabana: el M&C Camino Real.

El complejo, construido sobre una superficie de 2.000 metros cuadrados, reunía un restaurante, un minimercado,  una tienda de artesanías y, además de una pequeña oficina de turismo, servicios de cambio de aceite, lavado de vehículos y provisión de gasolina. En el negocio de este emprendedor era también una novedad el servicio de atención al cliente brindado por simpáticas cholitas.

Juan y Lourdes analizaron la provocación que les había lanzado Mario y decidieron actuar, pese a que no contaban con el capital suficiente para iniciar el emprendimiento: 300 mil dólares.

“Vendan su casa”, les aconsejó Mario, quien también les indicó el lugar estratégico donde instalar la estación de servicio: el camino a Viacha.

Lo que al principio era impensable terminó siendo la única y mejor opción para incursionar en el nuevo negocio.

“Nos arriesgamos y lo hicimos. Vendimos la casa y nos fuimos a vivir a la casa de mi mami”, afirma Lourdes Maldonado.

El surtidor ―bautizado con el nombre de Kantati, como el taller de bordados de don Francisco Mamani― comenzó a dar ganancias sólo al tercer año, así que llegó la hora de comprarse nuevamente una casa. Y el lugar escogido para la nueva vivienda de los Mamani-Maldonado fue La Portada.

“Hicimos construir una casita bonita, pero no estuvimos mucho tiempo en ella porque luego quisimos instalar otra estación de servicios, ahora en la carretera a Oruro”, dice Lourdes.

Y quien les había metido el gusanito de crecer en el negocio de los carburantes era Mario, quien, lamentablemente, murió hace dos años víctima de una embolia.

“Lo material no lo es todo”

En 2006 Lourdes y Juan ya estaban encaminados en el nuevo proyecto de implementar una nueva estación de servicios. Habían vendido su casa, y junto a sus hijos se fueron a vivir a un departamento en alquiler. Pero ese año su hija mayor, Wendy, se graduaba de bachiller y quiso de regalo un viaje con toda la familia. Para entonces había nacido el tercer hijo de los Mamani-Maldonado: Carlitos.

El lugar del paseo fue Arica, Chile, donde iniciaron una vacación espectacular que, lamentablemente, fue interrumpida porque Lourdes cayó enferma repentinamente.

“Me vinieron unos dolores terribles y los calmantes no me hacían efecto. No recuerdo nada más porque me desmayé”, señala Lourdes.

Intentaron internarla en una de las mejores clínicas de Arica, pero fue imposible porque los médicos chilenos la desahuciaron a raíz de una peritonitis aguda que la había atacado.

La decisión era irremediable: regresar a La Paz. Sin embargo, el estado de inconsciencia de Lourdes hacía imposible el embarque aéreo, evoca Juan.

“No nos dejaban embarcar porque mi esposa estaba inconsciente. Cuando implorábamos que nos dejaran subir al avión, no sé de dónde sacó fuerzas, caminó y se dirigió al sobrecargo asegurándoles que sólo estaba resfriada. Lo convenció y nos embarcarnos. Apenas entramos al avión se desmayó y así llegó  a La Paz”.

Lourdes recuerda que en su inconsciencia veía a su esposo y a sus hijos llorando desesperados.

“Me desperté como de un sueño y vi a mi esposo y a mis hijos llorando. Cuando vi a mi Carlitos, que también lloraba, me levanté y me aferré a la vida. No quería morirme, no quería dejar a mi familia y no me iba a dejar”.

Ya en la ciudad de La Paz tuvieron la intención de llevarla a la “mejor clínica”, pero la fortuna fue que se encontraron con el doctor Roger Laguna, que “le salvó la vida”. Sin embargo, fue también el deseo de vivir de Lourdes lo que aceleró la recuperación de su salud.

La enfermedad sorpresiva de su esposa hizo que Juan gastara el dinero que tenían ahorrado para implementar su segunda gasolinera. También hizo que ambos repensaran su vida y que decidieran parar un poco en sus proyectos personales para abocarse a ayudar a sus hijos.

“Vendimos el terreno que habíamos comprado en la carretera a Oruro y devolvimos el dinero a cada uno de los inversionistas. Nosotros decidimos comprar un terreno en Cota Cota, donde hemos construido nuestra casa y donde vivimos felices en armonía”, dice Lourdes.

“Dios nos ha puesto una prueba y eso nos ha frenado un poquito en nuestros proyectos”, añade.

“Empujar a los hijos”

“Nos hemos detenido un poco porque hemos decidido que es hora de empujar a nuestras hijas, Wendy y Ángela. Queremos que emprendan sus propias empresas”, expresa Lourdes. Su esposo Juan comenta que sus planes son viajar a China con sus hijas para que conozcan ese país y vean a qué rubro quieren dedicarse.

Sin embargo, por el momento, ambos continúan con sus actividades.

Lourdes está dedicada al diseño de trajes de figuras de la morenada Los Fanáticos del Gran Poder y cada año lanza un nuevo modelo con motivos bolivianos y materiales que se pueden encontrar en el país. En 2009 comenzó a vestir a las guías de Los Fanáticos.

“Me encanta hacer ropa innovadora, y como siempre ganamos con la fraternidad en la fiesta del Gran Poder, me esmero en el vestuario de las guías. Los Fanáticos hemos ganado nueve trofeos desde nuestra fundación”, expresa orgullosa.

Por su lado, Juan administra la estación de servicio de la carretera a Viacha, que quieren ampliar, y el taller de bordados Kantati, que aún mantiene con sus hermanos Malvina y Freddy bordando trajes de morenos que llevan por todo el país y a Argentina, España, Estados Unidos, Inglaterra y Brasil.

“Este año recibimos una invitación de Barcelona (España) para llevar nuestros trajes. Y para la fiesta del Gran Poder estamos preparando 500 disfraces”, revela este hombre de negocios que también ha encontrado tiempo para dar rienda suelta a su lado artístico y componer morenadas. Su maestro fue el genio de las morenadas, el recién fallecido ‘Negrito’ Alfonso Zabala, a quien le compuso una canción llamada Negrito de Oro.

El 4 de enero, Lourdes y Juan cumplieron 24 años de casados y ambos están convencidos de que “empezar es difícil, pero es peor cuando se está solo”.

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